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En medio de la oscuridad de la noche, el dolor se hizo presente una vez más. La pierna, o lo que quedaba de ella, había sido tomada por sorpresa por unos intensos calambres que al parecer habían olvidado que ya no existían la rodilla, la pantorrilla, el pie, ni los dedos.

Los músculos comenzaban a tensionarse desde el muslo y viajaban sin piedad hasta llegar al final del supuesto camino.

Lisandro tenía la errónea sensación de aún tener la pierna completa; nunca aceptó haberla perdido en aquel terrible accidente. Cuando se bañaba, cuando se vestía, cuando se calzaba, era consciente de aquella ausencia, sin embargo, su mente olvidaba con frecuencia que la pierna se había convertido en un pequeño muñón. Los calambres aprovechaban esta confusión y aparecían provocándole terribles dolores que inexplicablemente recorrían toda la extremidad hasta llegar a la planta del pie en donde con suma saña se retorcían hasta hacerlo maldecir.

En momentos como ese recordaba con frecuencia el consejo que dulcemente le había dado tantas veces Gabriela, su ex esposa, cuando aún vivían juntos y tenía ambas piernas. Caminar. Pero cómo chingados iba a caminar si ni siquiera podía dejar de tambalearse cuando se ponía de pie.

Enfurecido por el dolor, por la ausencia de su mujer, por la falta de su pierna, se sentó de golpe en la cama, miró con rabia el infinito espacio que dejaba su pierna ausente y arrancó con fuerza el botón que mantenía firme el doblez del pantalón de la pijama que cubría al muñón como si aquel arrebato fuera un sorprendente acto de magia que hiciera aparecer la pierna que tanto añoraba, que tanto extrañaba, que tanto le dolía. Al ver que nada aparecía, que la ausencia seguía siendo ausencia, lloró desconsolada e inútilmente; sus lágrimas cayeron al vacío.

Los calambres aprovecharon aquel momento de debilidad y se hicieron más intensos, el dolor era ya insoportable. Lisandro se levantó de la cama y al apoyar en el suelo ambos pies se cayó. Una vez más el dolor, que lo abarcaba todo, le había hecho olvidar que solamente le quedaba un soporte. Entonces se arrastró hasta alcanzar sus muletas y empezó a caminar lenta, pausadamente. Los calambres persistían en su existir. Se encaminó hacia la cocina, pensó que si se preparaba algo se distraería él y al dolor.

Como pudo, entre saltos y pequeños pasos llegó a la cocina, encendió la luz. El brillo de un filoso cuchillo que estaba sobre la mesa de la cocina llamó su atención, intentó guardarlo, pero se distrajo al recordar que había visto un cuchillo similar en una función de cine hacía ya varios años. Había ido con Gabriela y en ese entonces todavía se amaban. Con las imágenes de aquel día en la mente. Avanzó hacia la alacena para sacar una bolsa de té. Intentaba por todos los medios hacer a un lado el dolor, pero no lo lograba. Abrió la puerta en donde guardaba la tetera, la tomó, la llenó con agua, colocó la bolsa de té y la puso sobre la parrilla. El dolor provocado por los calambres aumentaba y disminuía caprichosamente, pero no lo abandonaba, al parecer se negaba a dejar de existir.

Se sentó a esperar que hirviera el agua. Fue entonces cuando un calambre, el más intenso de todos, comenzó a recorrer el muñón. Lisandro gritó de dolor, tomó el muñón entre sus manos y lo apretó con fuerza. Nada cambió. Su mente inició la búsqueda. Tenía que encontrar la forma de eliminar aquel dolor. Vio el cuchillo y su brillo y supo que la única forma de terminar con el sufrimiento era destruyendo el lugar que habitaba. Tomó el cuchillo y en un arrebato de locura, de dolor, comenzó a clavarlo una y otra vez a lo largo de la pierna. Debido a que el dolor era más intenso en la planta del pie o por lo menos él así lo sentía, comenzó por ahí, siguió con la pantorrilla, la rodilla, el muslo. Terminó destrozándolos. El muñón empezó a sangrar, el dolor comenzó a desaparecer, y Lisandro con el cuchillo en la mano pudo dormir.

4 pensamientos en “Un Paliativo para Lisandro por Patricia Arciniega

  1. Reblogueó esto en Samu el pensadory comentado:
    Una descripción que te lleva de la mano al muñón de este pobre que sufre calambres; me abre la mente a pensar si el calambre fuera enemigo, uno que estuviera tanto ahí como para ser parte habitual… ¡Qué dolor!, como muchos otros que vivimos y nos acostumbramos. ¿Acabaríamos con un cuchillo los «otros» dolores? Gracias Paty, me gustó tu escrito.

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  2. Bienvenida de vuelta! 😀
    La verdad es que lo leí mas metaforico, no tan literal a la pierna, si no a cualquier pérdida de algo querido o a lo que estamos apegado, una pérdida que todos hemos tenido en algún momento. Y así se siente que aún está y así puede llegar a doler. quizá no acuchillar sea siempre la solución, pero el cuchillo como herramienta de aceptación o de olvido.
    Aplausos!

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  3. Transmites perfecto la angustia y desesperación de Lisandro, lo reflejas tan bien que se evita la lástima y se convierte intensidad, enojo y exasperación, le das magnitud.

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