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– Increíble – digo más para mí que para los que me rodean.

– A mi ni me veas, Will. Sabes que no es mi estilo – me responde el Dr. Lecter.

No contesto pero sé que tiene razón. Enfrente de nosotros tenemos el cadáver de una mujer cuyas piernas fueron devoradas. Y no es que no crea que el Dr. Hannibal Lecter no sea capaz de un crimen así, pero las piernas de la víctima fueron mordidas, no cortadas con la clase y el estilo que caracterizan a Lecter. Él nunca hubiera dejado esas marcas de dientes.

– Pareciera que alguien hubiera confundido las piernas de la víctima con unas piernas de pollo – interviene el forense-, las mordió arrancándole trozos de carne y músculo.

Por más que intenté reconstruir el crimen, no me fue posible ponerme en la piel del asesino. Había algo que no me permitía sentir empatía con él.

Mientras observaba el cadáver llegó un Impala negro, y del descendieron dos chicos, uno alto y otro no tanto, ambos trajeados. Estaba tan concentrado con el cadáver que no me percaté de ellos hasta que llegaron a mi lado y se presentaron.

– Agentes Lennon y McCartney , somos del FBI – dijeron muy serios.

– ¿Del FBI? – preguntó con una sonrisa socarrona el Dr. Lecter – ¿y por qué nunca los hemos visto en la oficina?

Ambos se miraron desconcertados.

– Está bien – intervine- soy Will Graham, y este es el Dr. Hannibal Lecter. Ambos somos psicópatas y asesoramos al FBI en casos de homicidios. Así que, como pueden ver, esta unidad es lo menos ortodoxa que hay en la corporación.

– Y además nos molesta que nos mientan – intervino Lecter- saben…despierta mi apetito, por lo que si no quieren estar en mi mesa a la hora de la cena, díganos quiénes son.

– Está bien – contestó el chico más bajo, no sin antes tragar saliva- Yo soy Dean Winchester y el es mi hermano Sam, y somos cazadores.- Y volteó a ver a su hermano. Ambos tenían una sonrisa nerviosa.

– Entonces somos colegas, yo también soy cazador, aunque Will es pescador, que es casi lo mismo.

– No – intervino Sam- nosotros no cazamos animales.

– Yo tampoco, Sam – contestó Hannibal con su sonrisa malévola y su voz pausada.

– Eer…sí, entiendo – dijo Dean- Nosotros cazamos monstruos- y al ver que la sonrisa desaparecía de la cara de Lecter, continuó- vampiros, demonios, brujas, ya saben, lo típico.

– ¿Y creen que a esta mujer la atacó un vampiro? – pregunté

-¡No! – contestó  Dean- un vampiro…ya sabes…los colmillos, el cuello. No, esta mujer, si los apuntes de papá no mienten, fue atacada por una bruja.

– ¿Una bruja así como la Bruja Mala del Oeste, del Mago de Oz? – preguntó el forense que aun seguía a mi lado, incapaz de creer que lo que estaba oyendo fuera cierto.

– No exactamente – contestó Sam, ya más tranquilo- Esta bruja se especializa en devorarle las piernas a sus víctimas.

– Otra colega – apuntó Lecter- ¿Y las mata primero?

– No – continuó Sam- eso es lo más terrible del caso. Se lanza sobre sus víctimas y se las va comiendo, mordisco a mordisco mientras goza con los gritos de dolor y terror de su presa, la cual muere desangrada poco a poco.

– ¿Y cómo la reconocemos? ¿Cómo podemos acabar con ella? – pregunté.

– Aquí tienen un bosquejo de cómo es. Además de ser muy poderosa, lo que la distingue de otras brujas son sus ojos. Mientras está al acecho, sus ojos son dos puntos rojos, luminosos, y cuando está lista para atacarte cambian a morado. De ahí en fuera, como toda bruja, es un ser humano, aunque con poderes. Por lo que para matarla pueden usar el método que gusten. Quemarla, decapitarla, con un balazo, acuchillada, lo que quieran.

Mientras Dean iba describiendo los métodos de matarla, Hannibal sonreía plácidamente. Supongo que imaginaba cuál sería la mejor forma de acabar con ella.

Nos separamos para iniciar su búsqueda. Ya al anochecer habíamos recorrido gran parte del bosque sin resultado alguno. Yo me acerqué a una cueva que estaba cubierta por la maleza. Mi corazón latía de prisa. A pesar de haberme enfrentado a bastantes casos en las que había cuerpos destrozados por locos psicópatas, que además eran peligrosos, el miedo de enfrentar a algo desconocido invadía mi cuerpo. Un crujido detrás de mi me hizo voltear, pude ver dos círculos rojos, mirándome fijamente…

Y fue cuando desperté. El corazón me latía. La pesadilla había sido muy real. Ya no era Will Graham ni conocía a los hermanos Winchester. Todo había sido un mal sueño.

– Eso me pasa por andar viendo tantas series antes de dormir – me dije riendo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo porque me pareció ver algo extraño. Dos luces rojas me miraban fijamente. El miedo se apoderó de mí, pero la tranquilidad llegó de inmediato, aunque no del todo.

– ¡Qué menso! Son las lucecitas de la tele y el dvd. Ya me sugestioné – dije riendo, pero sin dejar de verlas.

Después, las luces cambiaron de rojo…a morado…

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