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Recién había terminado de llover.

Por fin pude salir de la tienda en donde me había refugiado al menos por treinta minutos.

Salí a caminar nuevamente por las calles del centro, desviaba mi vista cada que pasaba por un aparador. Caminaba hacia la estación del metro, cuando vi que la calle que estaba por cruzar decía “La calle de las sirenas”. Mi corazón saltó de alegría, ¿será posible? Sin pensarlo dos veces corrí hacia esa calle. De repente tuve que parar en seco, ¡no lo podía creer!

Al cruzar debajo del letrero sentí claramente un hormigueo por todo mi cuerpo, ¡por fin lo encontré! Pero una vez más, me equivoqué. En esa calle, efectivamente, sólo vendían sirenas: para autos, ambulancias y hospitales. Así que triste regresé y volví a mi camino.

No sé por qué mi obsesión con encontrar mundos fantásticos, me lo han repetido toda la vida. -La fantasía está solo en los libros y en las películas. En nuestra realidad hay otro tipo de monstruos, los cuales están sueltos en la calle. Olvídate de los príncipes y las sirenas, de los ogros y de las hadas. Olvídate de “vivieron felices para siempre”.

Estaba pensando en eso recargada en la ventana del metro cuando espanté de mi oído un molesto zumbido. Una y otra vez. Hasta que por fin logré espantar al bicho que me distraía de mis sueños. De los unicornios, de los duendes, de los mundos fantásticos que esperaba existieran.

Ibi, una pequeña hada, se levantó del suelo del metro un poco mareada por el golpe que recién le propinaron –esa chica era prometedora – pensó, pasa tanto tiempo soñando y tratando de encontrarnos que no nos ve. Pensé que si me acercaba a ella podría al fin escucharme, verme, encontrarme. Creí que se pararía a ver bien el letrero de aquella calle, pero estaba tan emocionada que lo pasó sin ver que las letras se movían y yo la saludaba desde la i.

Ibi desapareció dejando solo un leve chasquido que fue oculto por el rechinido de los frenos del metro, que llegaba a la estación donde la chica se bajó lamentando un día más sin suerte.

Llegué a casa cansada, me había emocionado mucho con el letrero en la calle. No es raro que me sienta frustrada cada día. Creo que es verdad que sólo lo que podemos ver es real. Todo son malas noticias, asaltos, asesinatos, secuestros; quizá sea cierto que no hay mucha esperanza.

Ibi se presentó con el hada reina a contarle que no tuvo éxito. – La chica de hoy tenía tantas ganas de descubrir nuestro mundo que siempre estaba distraída y no ponía atención a los seres fantásticos que nos cruzamos por su camino- explicó Ibi.

Miri, el hada reina, sacó un pergamino, lo abrió hasta encontrar el nombre de la chica del metro y lo tachó. – No es posible – dijo Miri – cada vez tenemos que tachar más personas de nuestra lista y lo peor es que muchos son aún muy jóvenes para dejar de creer-.

Ibi asintió con una expresión de tristeza en su cara.

Miri se reunió con Arbux, líder de los duendes, Torn de los unicornios, Ada de los elfos, Rander de los tritones, Meeki de las sirenas y los demás representantes del múndo fantástico.

La reina de las hadas les contó la experiencia que habían tenido el día anterior en el mundo de los humanos. Render les platicó que hacía tiempo un pequeño niño había llegado a Critias, la ciudad de los tritones, buscando el famoso “libro perdido de los elfos”. Todos dirigieron su mirada hacia Ada, quien lentamente confirmó la historia de Render.

Ada les contó algo que de una u otra manera todos a sabían. Algo pasaba en el reino de los humanos, estaban dejando de creer en la fantasía. Sólo los niños lo hacían, pero al ir creciendo iban concentrándose más en la vida terrena: podían estar horas enfrente de sus equipos tecnológicos o estresados yendo de un lado a otro sin prestar atención a los demás. Recordó al pequeño Martín, el niño al que le enseñó el poder de despertar a los humanos de su letargo. Sabía que no iba a ser una misión sencilla, pero seguía confiando en él.

Los líderes se mostraban nerviosos, no es que fueran a morir porque los humanos dejaran de creer, pero si ponían en peligro su hábitat. A los humanos no les importaba lo que destruyeran con tal de crecer su “civilización”.

-Algo tenemos que hacer – dijo seriamente Arbux – Tenemos que revelar nuestra presencia de alguna manera, hay que lograr que vuelvan a creer, confiar y colaborar con nosotros.

Durante más de tres ciclos se prolongó la reunión. Los acuerdos quizá no despertarían a los humanos de su letargo de inmediato, pero quizá poco a poco lo lograrían.

 La labor no iba a ser fácil: entrarían en los sueños de los niños, en la imaginación de los escritores; serían la inspiración de la música y la musa de los pintores.

Hoy me levanté de muy buen humor, había tenido un sueño reparador. Antes de salir de casa, guarde en mi bolsa el libro “El regreso de los Elfos”. Caminando hacía la parada del autobús me dieron un volante que anunciaba la apertura de la exposición “Criaturas Fantásticas, ¿Mito o realidad?” en el teatro de la ciudad. Sonreí – Quizá hoy no es el día para dejar de creer – pensé.

                   Ibi sonrió también.

Subí al autobús y ese pensamiento se hizo más fuerte cuando el chofer subió la música del radio… “Aparecen unicornios, que son blancos….”

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