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….De esas veces que no piensas y mucho menos está en tus planes el conocer a alguien que mueva tu tiempo, altere tu pensamiento y te provoque sonrisas que todos notan mientras la mirada está perdida en el recuerdo.

Cada vez que recibía algún mensaje de él, dándome los buenos días y pidiéndome que me cuidara camino al trabajo porque me estaría esperando todos los días al regreso, provocaba que mi corazón latiera no de un modo acelerado, más bien pausado, porque el tiempo era detenido en mi mente mientras releía el texto. Se repitieron los detalles durante seis meses sin que fuera rutinario, ya que cada vez me sorprendía de modo distinto; a veces eran llamadas de laaaargas horas en las que podíamos hablar de tantos temas, algunos planes para el fin de semana, de lo relevante del día a día y hasta nos podíamos burlar de las “desgracias o disgustos” que nos sucedían en las rutinas de cada día y las hacíamos parecer tonterías cuando comenzábamos a compartir palabras y momentos juntos. Hubo mucho coqueteo y solo esperaba el momento para verlo, oler su piel y sentirme mucho más cerca a el.

Una tarde decidimos vernos y coincidir en una reunión de varios amigos en común. Cuando lo vi llegar, no necesitamos mediar palabra para saber que estábamos de pie, frente a esa persona con la que yo tenía más ilusiones que realidades. Primero él me robó un beso (que yo me devolví gustosa) y la segunda ocasión fue un beso que los dos deseábamos. Todo iba muy bien, yo aún no me animaba a decirle a mis amigos que ahí en la fiesta estaba quien durante varias semanas me había hecho sentir tan bien, pero era tanta mi emoción que a mi par de amigos los llevé a un lugar alejado de la fiesta para compartirles ese momento alegre. Cuando volteamos los 3 a un lugar donde se escuchaban murmullos me di cuenta que no sólo me habían besado a mí, sino que “mi ilusión” era compartida con alguien más.

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